martes, 1 de septiembre de 2009


la pluridimensionalidad del hombre
INTERIORIDAD
Cuando los griegos escribieron a grandes letras en el frontón de sus templos más famosos aquel perentorio “Conócete a ti mismo”, indudablemente pensaron también en el conocimiento del cuerpo, del que ellos como muy pocos supieron exaltar la fuerza y la belleza. Pero sobre todo debieron referirse al misterio de nuestro universo interior, que iluminado por la razón y perennemente unificado por el juego multiforme de las pasiones y de los sentimientos, constituyen junto con el cuerpo la personalidad irrepetible de cada ser humano.
  • Conceptualicemos:Cuando hablamos de un núcleo de consciencia, para expresar plásticamente la percepción de nuestro propio ser, estamos aludiendo a la interioridad.
  • Poniéndonos de acuerdo. El tema de la personalidad y sus implicaciones es la clave misma del problema sobre el hombre pues, si logramos clarificar qué es la intimidad o presencia del hombre en sí mismo y sus características esenciales hemos concretado el meollo de la respuesta de quién es el hombre. Esa interioridad será explicada en cinco aspectos: su unidad sustancial, su autoconsciencia, ser centro y totalidad del ser personal, de su autodominio o libertad con la que se hace persona, y finalmente de su unicidad con la que se hace única e irrepetible.
  • La interioridad como unidad sustancial. Como sustancia soy un ser que existe en sí y por sí, no soy accidente como si existiera en otro y no tuviera consistencia en sí y por sí y, soy sustancia porque permanece el mismo a través de l tiempo y del espacio, de los cambios. La reflexividad propia de mi yo como sujeto me constituye en mismidad, no sólo como unidad estructural de su ser en sí, que me hace indivisible, sino también que me diversifica o distingue ontológicamente de los demás.

La interioridad como yo autoconsciente

Esa interioridad, que es lo más profundo de nuestro ser mismo, consiste en que el yo se capta o experimenta como la fuente de sus actividades. Experimentarse como YO, al reflexionar sobre sí mismo, es captarse como algo singular distinto de los demás, no sólo de las cosas que están como objetos, sino también de los otros sujetos como yo, pero que no son YO. Esta autoconsciencia, este darme cuenta de mis actividades y de que yo soy su fuente, se consigue al obsevarme a mí mismo y, justifica los principios metafísicos porque es autoidentidad activa de mi interioridad, es decir, cuando yo me vuelvo sobre mí mismo, capto mi ser como algo que es pensable o inteligible porque es real, no porque lo imagino así, sino porque es así. Principio de identidad -Yo soy yo-.

La interioridad como centro y totalidad del propio ser:

La autoconsciencia experimenta que todos los elementos que la constituyen y todos sus actos se orientan al yo, el cual se vuelve centro de todos ellos, pero no como egocentrismo, sino como punto focal desde donde todo adquiere sentido. Significa, además, que el yo se capta como centro de todos los actos y capta, a su vez, las consecuencias de esos actos; capta la totalidad de su propio ser no como sola producción intelectiva, sino también como producción corporal.

La interioridad como yo libre o autodeterminante:

Autodeterminación es el poder de mi yo para realizarse, hacerse a sí mismo, decidir su manera de ser. La autodeterminación del hombre es una capacidad que se le confiere por el hecho de ser un ser en construcción, no que está hecho, no un ser perfecto desde que nace y sin posibilidad de autoconstruirse, de proyectarse hacia.

La interioridad como unicidad del ser:

En el presente apartado no se trata de mostrar que somos una sola, sino única sustancia, lo que significa que no hay otro igual - y por más clonación que de nosotros hagan, el ser clonado no podrá ser "nosotros mismos” por el principio de identidad y porque el “otro” se las verá con sus circunstancias y decisiones propias ante tales circunstancias; entiéndase aquí que desde el punto filosófico el intento de clonación es imposible, pues no se duplica la interioridad, no se duplican los mismos coprincipios: materia y espíritu al mismo tiempo (Queda al tiempo y a la ciencia responder a este respecto)-.

ENCARNACION:

El hombre biológicamente hablando es un animal. Gracias a sus órganos de desarrollo, de reproducción, de movilidad, etc. Y a sus instintos es capaz de mantener una vida autónoma frente al medio natural. Mi cuerpo, materia organizada, forma parte de la naturaleza que llamamos viva y es objeto de las ciencias biológicas. Mi cuerpo comenzó a formarse en el seno materno, mediante la conjunción de dos células, la paterna o espermatozoide y la materna u óvulo. Por ello, dedica buena parte de su existencia a satisfacer necesidades fisiológicas: comer, dormir, descansar, trabajar, asearse, etc. Es una especie de contrapeso a la dimensión de interioridad, pues a través de su cuerpo el hombre se encuentra expuesto a la naturaleza, a las demás personas y a sí mismo.

El origen evolutivo del hombre nos da la pauta para comprender la tensión que todos experimentamos en nuestra vida entre los apetitos corporales y las aspiraciones de la vida interior. El hombre no apareció en la tierra de forma espontánea e instantánea. La emergencia del universo personal sobre el mundo animal se manifiesta como un lento proceso en que el hombre se va liberando de los condicionamientos y determinismos puramente físicos. Dicha liberación es una lucha en que las fuerzas nacientes de personalización se imponen paulatinamente a las fuerzas ciegas y los automatismos despersonalizantes de la naturaleza. Esta misma lucha se da en cada uno de nosotros. Nuestra vida personal más elevada se mantiene en tensión constante con nuestra vida orgánica.

Debemos, por tanto, evitar dos deformaciones que trastornan frecuentemente el equilibrio que debe reinar en toda vida personal entre interioridad y encarnación. La primera consiste en menospreciar el cuerpo como la parte degradante del compuesto humano, según ella, la parte que merece valor es el alma o espíritu, a cuyo cuidado deben dirigirse todos los esfuerzos. La segunda consiste en despreciar el alma, es decir, se reduce al hombre a su animalidad, desconociendo cualquier asomo de espiritualidad. Ambas posturas son insostenibles debido a su reduccionismo. El hombre ni es puro espíritu, ni puro cuerpo, el hombre es “una realidad una y única: es unidad. No es una unión de dos realidades, lo que suele llamarse alma y cuerpo”.

COMUNICACION

La persona humana no se realiza en el aislamiento. Desde que nacemos vivimos vinculados a un grupo y en él desarrollamos nuestras capacidades. No es ni tan personal la forma como usted o yo pensamos y nos expresamos, ni tan original nuestra manera de actuar, como tampoco es cosa nuestra el modo de creer. Estamos “limitados” por una cultura. En muchas ocasiones nos creemos libres de toda influencia y nos proclamamos autónomos.

AFRONTAMIENTO

La vida personal se caracteriza por la capacidad de hacer frente, de afrontar.

LIBERTAD

A diferencia de los animales, determinados por los instintos, el hombre no está programado, para obrar necesariamente de manera determinada: su obrar procede de las decisiones de su voluntad, la que iluminada por la inteligencia elige querer o no querer tal cosa o tal otra. Y porque somos libres, nos autorrealizamos. Ser libre equivale a afirmar que el hombre es capaz de percibir valores éticos, apreciarlos interiormente, vivirlos y realizarlos. La libertad se acrecienta mediante la superación del obstáculo y no mediante su desconocimiento.

ACCION

La persona humana se realiza en y por la acción.

TRASCENDECIA

La vida de la persona está abierta y dirigida hacia realidades que la trascienden.

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